Poder seguir caminando con estas vasijas sin que pesemos tanto. Buscar la liviandad, la ligereza, para encontrar la fluidez en el viaje y en el vuelo. Quise convertir mi obra en este oráculo de, hasta ahora, treinta cartas. Una vasija viajera como amuleto, como centro de esos altares que quiero seguirle ofrendando a mi madre, a la muerte, a la vida y al arte. Después de las exhibiciones, viajamos a Todos Santos, Baja California Sur, México.  Viajamos en esta nueva teniendo también esta versión. Allí escuchamos la voz de las piezas, quienes nos trajeron mensajes y nos inspiraron a pintar úteros y seguir haciendo del arte una herramienta para encuerpar mensajes y darles una mayor profundidad en nuestro ser.